✨“He venido a amar, sanar y enseñar con mi historia”✨

 Un texto para estos días de reencuentro con el alma

Hay momentos del año en los que la vida se siente más silenciosa, más conectada. Dicen que cuando llega el Día de los Muertos, el mundo espiritual se acerca un poco más al nuestro, y en ese susurro entre planos aprendemos a escuchar lo que el alma quiere decirnos.

Estos días son una invitación a honrar lo vivido, lo perdido y lo aprendido.
No solo recordamos a quienes partieron, sino también las versiones de nosotros que murieron con el tiempo: la que lloró, la que temió, la que calló.
Cada una de ellas fue necesaria para que la persona que somos hoy pudiera florecer.

He comprendido que sanar también es un acto de amor hacia los que ya no están, porque cuando uno se libera del dolor, también libera a las almas que nos acompañan.
No hay separación real entre la vida y la muerte: solo transformación.
Ellos siguen en la brisa, en las risas compartidas, en los animales que amamos, en las pequeñas señales que aparecen cuando más lo necesitamos.

Estos días no se tratan de tristeza, sino de gratitud y reencuentro.
De mirar hacia el cielo, hacia una vela encendida, hacia una fotografía, y decir:
“Gracias por haber sido parte de mi historia. Hoy sigo aquí, viviendo con amor, cumpliendo mi propósito”.

Porque vivir también es una forma de honrar a quienes ya trascendieron.
Y cada día, con cada gesto de ternura, seguimos tejiendo puentes —no entre la vida y la muerte, sino entre el pasado y la esperanza.

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