Hay días en los que despertar cuesta. Donde el cuerpo pesa, la mente se agita y los recuerdos aparecen sin aviso. Días en los que las emociones parecen no tener sentido, pero dentro de mí sé que todo tiene un origen. Lo importante es que ya no huyo de mí.
Durante mucho tiempo me juzgué por mis errores, por decisiones pasadas que me hicieron daño, por haberme alejado de lo que merecía. Pero hoy, no vivo desde la culpa, sino desde la certeza de que cada paso que doy me acerca más a la versión de mí que siempre soñé ser.
He aprendido que sanar no es un camino lineal, ni fácil. Es aceptar mis sombras, mirarlas de frente y decirme: “estás haciendo lo mejor que puedes, y eso es suficiente.”
Hubo momentos de ansiedad, de llanto sin explicación, de noches intensas donde las pesadillas parecían más reales que la vida misma. Días de presión en el pecho, de agotamiento físico y emocional, donde solo quería que todo parara. Pero incluso ahí, en ese caos, estaba creciendo.
Hoy sé que mi valor no depende de lo que los demás vean en mí, sino de lo que yo elijo ser cada día.
No soy mis miedos. No soy mi pasado. Soy la persona que, con coraje, se levanta una y otra vez, incluso cuando parece no tener fuerzas.
No camino este proceso para demostrar nada a nadie. Lo hago por mí. Por la mujer increíble que soy. Por mi paz. Por mi libertad emocional.
Y en este andar, entendí que las heridas no me definen, me enseñan. Que el amor sano empieza conmigo. Que merezco descanso, calma y respeto, incluso de mí misma.
Hoy celebro cada avance, cada respiración consciente, cada límite sano que pongo. Celebro poder mirar hacia atrás y ver lo lejos que he llegado.
Si estás leyendo esto y sentís que no puedes más, que te cuesta ser amable contigo, recuerda esto:
No importa cuán lento vayas, lo importante es que seguís caminando.
Vos también puedes ser tu propio milagro.
🦋 Tu sanación es tu mayor éxito. Y lo estás logrando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario