Hay momentos en los que esperar se convierte en una carga silenciosa.
Se experimenta esa sensación de estancamiento, donde el tiempo avanza y nada parece moverse.
Se observa el teléfono con la esperanza de recibir una llamada, un mensaje, una señal… pero todo permanece en silencio.
Estar en situación de desempleo puede volverse una lucha interna constante.
Se hace lo posible por mantener la fe, por creer en los proyectos propios, por sostenerse en los sueños que se están sembrando.
Pero también se enfrentan horas oscuras donde la ansiedad invade, el cuerpo se agota y la mente no encuentra descanso.
No se trata de rendirse, sino de reconocer que hay días en los que simplemente cuesta más.
A pesar del deseo profundo de seguir, hay momentos de llanto, de miedo, de sentir que la oportunidad no llega.
Y en medio de esa espera, nace la necesidad urgente de una señal, de ese pequeño rayo de luz que devuelva el aliento.
Aun así, se sigue.
Se continúa creyendo, pidiendo al universo, aferrándose a la esperanza.
Porque aunque haya oscuridad, también se sabe que siempre existe un punto de luz.
A veces no se tiene la respuesta, pero se escribe desde la verdad.
Y eso, aunque parezca pequeño, es un acto de valentía silenciosa.
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