A veces cuesta. Cuesta mirar hacia atrás sin que se remuevan dentro de nosotros recuerdos que pesan como piedras. A lo largo de la vida, no siempre tomamos las mejores decisiones, y aunque el tiempo pasa, a veces no basta para sanar del todo. Esa mochila emocional que llevamos a cuestas se vuelve pesada, silenciosa, pero constante.
Es duro seguir avanzando cuando dentro de ti aún habita la voz de ese “yo” del pasado, ese que se equivocó, que falló, que se sintió perdido. Y más duro aún cuando, en medio de nuevos proyectos, metas o hábitos que con tanto amor estás construyendo, esa voz aparece para susurrarte:
"¿Quién eres tú para lograrlo, si ya fallaste antes?"
Esa culpa, ese autojuicio, ese peso… pueden romper la calma de los días buenos.
Pero también es importante recordar esto: ya diste el paso, ya empezaste a sanar, ya estás en movimiento.
Y eso, por sí solo, ya es valiente.
El pasado no define el presente. Lo que fuiste, no invalida lo que eres ni lo que estás llegando a ser. Las heridas hablan de lo que viviste, no de lo que mereces. Y aunque aún duelan a veces, lo estás haciendo.
Estás reconstruyéndote.
Puede que hoy todavía duela, que a veces tu “yo” antiguo irrumpa en medio de tus logros.
Pero llegará un día en que todo eso será solo un recuerdo…
Uno que ya no dolerá.
Solo quedará la certeza de que pudiste con todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario