Cada mañana me despierto con mil ideas, con ganas de triunfar, de comerme el mundo entero. Esa energía me envuelve al principio del día, como si el universo estuviera a mi favor, listo para acompañarme en cada paso.
Pero, poco a poco, esa fuerza se va desvaneciendo. La realidad comienza a nublarse con pensamientos intrusivos que me hacen cuestionarme, dudar y sentirme pequeña. No siempre es fácil mantener el ánimo cuando la mente juega en contra.
Sin embargo, días como hoy, algo diferente ocurre: solo hay silencio. Un silencio que no pesa, que no angustia… un silencio que, por alguna razón, se siente como paz.
Hoy he encendido una vela y me he sentado a escribir, dejando que las palabras fluyan sin presión, manifestando mis deseos con calma. Y sabes qué… qué bonito es darse cuenta de que el silencio, a veces, no es ausencia, sino tranquilidad.
Hay días y días. Es normal que a veces nuestra energía esté al 100 y otros días apenas al 10. Hay momentos en los que nos autosaboteamos sin querer, y otros en los que nuestra propia mente y alma deciden anular el ruido de forma automática. Porque el hecho de existir, respirar y simplemente tratar de aportar algo ya está llenando nuestro lugar en el mundo, aunque a veces nos sintamos invisibles.
No siempre hay que estar enérgico para estar bien. A veces, la serenidad también nos habla, nos calma y nos recuerda que ser, solo ser, ya es suficiente.
¿Te ha pasado alguna vez sentir que el silencio también es paz?
¿Cómo gestionas esos días en los que la energía parece desvanecerse?
¡Cuéntamelo en los comentarios! Te leo 💛